METODOLOGÍA PARA LA MOTIVACIÓN EN
CATEGORÍAS DE BASE.
JUSTIFICACIÓN.
Es probable que, como entrenadores, en algunas ocasiones hayamos manifestado que los jugadores a los que entrenamos se encuentran muy motivados, o por el contrario poco motivados para llevar a cabo el baloncesto que desarrollamos con ellos. Normalmente argumentamos esa motivación con conductas notoriamente observables en los jugadores. Que un jugador llegue tarde a entrenar sin causa aparente, que se esfuerce poco durante un partido, o no nos atienda cuando explicamos algo, nos parecen conductas que demuestran poca motivación. Por el contrario, nos agrada ver que una jugadora lleva una hora tirando sola a canasta antes de comenzar el entrenamiento, saber que Adrián dejó la celebración de su propia comunión para entrenar con la selección sevillana Minibasket siendo él de primer año, lo que algunos jugadores se esfuerzan hasta el final de un partido que perdemos a pesar de quedar poco tiempo para que acabe.
Si pensamos en la labor que desarrollamos como entrenadores, llama la atención que somos capaces (o no) de mejorar el nivel de nuestro equipo desde muchos puntos de vista. A nivel individual somos capaces de hacer que un jugador mejore cualquier fundamento. A nivel colectivo, nos creemos capaces de construir un ataque por conceptos, o montar una defensa de zonas en varias sesiones de trabajo. Además, tenemos en cuenta variables propias de la teoría del entrenamiento físico en nuestra planificación y desarrollo de sesiones. Por si fuera poco,
sabemos entablillar un índice con esparadrapo y el rotulador de la pizarra. Por último, están esos entrenadores con madera, los enganchados al basket, que abren y cierran el colegio para entrenar, que imprimen en su casa las papeletas de la rifa para el dinero de las equipaciones (o compran camisetas BTQ con dinero de su bolsillo), hacen de taxista… Sabemos hacer de todo, o casi de todo. Sin embargo, la motivación de jugador es algo por lo que no solemos sacar pecho cuando es alta, ni vemos en nuestra actuación la causa de que sea baja. Creemos que la motivación del jugador es algo que depende exclusivamente de él, como si fuese lo único que le pedimos. Además, si hacemos comentarios acerca de los jugadores de hoy, quizás sean comentarios “crítico-estructivos” y “bucólicocomparativos” (-cuando yo tenía esa edad entrenaba con mi equipo y con los mayores, y nunca me quejaba-) o bien la “exposición de resultados de una investigación de tendencias sociales” (-es que hoy la oferta de ocio que tienen los chavales es mucho mayor… videoconsolas… inglés-). Por el contrario, en la motivación de los jugadores los entrenadores tenemos mucho que ver, y sobre todo mucho que entrenar. También somos bucólico comparativos cuando decimos que en tal colegio o pueblo antes había mucho baloncesto, o que no había apenas nada y ahora tienen ya dos equipos en distintas categorías. O analistas sociales cuando decimos que tal entrenador “se lo monta” muy bien, que es un “monstruo”, y que tiene a la gente “enganchada” al baloncesto. El baloncesto lo hacemos en gran medida los entrenadores. El que entrenaba con dos equipos sin quejarse, el que se quedaba a tirar quinientos tiros tras cada entrenamiento, el que dejó de comprar algo por ahorrar para una entrada de un partido de la antigua División de Honor, posiblemente tendría a alguien cerca que provocaba todo eso: su entrenador. Se pretende con esta charla desmenuzar un poco ese campo desconocido de la motivación, para entenderla y poder entrenarla. Sólo con conseguir que alguien cambie pensamientos de tipo “bucólico” o “analista social” por planteamientos de mejora, ya habremos conseguido mucho. Si además comprendemos algo más la relación que existe entre el aprendizaje del jugador y su motivación, y la que existe entre nuestra forma de entrenar y dicho aprendizaje, estaremos llegando a válidas conclusiones que nos sirvan en la concreción de nuestra tarea deportiva. En la primera parte de la exposición intentaremos definir someramente lo que es la motivación (“Qué es la motivación”) y la importancia del entrenador en esta variable (“La motivación del jugador comienza en el entrenador”) Esta aproximación más teórica nos servirá para analizar de manera práctica algunos aspectos importantes en la metodología de entrenamiento que se relacionan directamente con la motivación (“Estrategias metodológicas para la motivación del jugador”)
1.- QUÉ ES LA MOTIVACIÓN.
“La motivación supone los procesos impulsores y orientadores que resultan determinantes para la elección y para la intensidad de la actualización de las tendencias de la conducta”. Sin querer entrar demasiado en términos de las diferentes teorías psicológicas acerca de la motivación, podemos decir en lenguaje más coloquial que las variables que intervienen en la motivación deben explicar por qué un jugador se comporta en determinadas circunstancias precisamente de un modo y una intensidad determinados. Por qué un jugador hace una cosa y por qué de la manera en que la hace. Podemos decir que algo motiva a un jugador cuando ve en ello una fuente de disfrute, de placer. Hasta tal punto, que manifiesta conductas que a todas luces demuestran ese placer sentido. Cualquier entrenador entiende que a un jugador le gusta ganar un partido si al finalizar el mismo da saltos abrazándose a sus compañeros. O le gusta eliminar en un K.O. a su entrenador si ríe cuando lo consigue. O le gusta ver los mates de los jugadores ACB en televisión, ya que lo comenta con sus compañeros al día siguiente antes del entrenamiento. Igualmente, recriminar a un jugador su impuntualidad, dejarle en el banquillo sin jugar, fallar un tiro bajo el aro, no hacer bien gestos técnicos que la mayoría de sus compañeros sí dominan, y otras muchas acciones, pueden ser más o menos desmotivantes. Porque nos va ser útil más adelante, diferenciemos ahora dos tipos desmotivación:
· Motivación intrínseca:
Los incentivos que hacen que el jugador repita una conducta radican en la tarea en sí. Se trata de una motivación, en el caso del baloncesto, que se encuentra en el deporte en sí. Jugar un K.O. puede tener una motivación intrínseca, ya que ese juego en sí es gratificante (es divertido)
· Motivación extrínseca:
Si añadimos a la tarea algo externo a la misma (premio o castigo) que motive al sujeto que la realiza. Por ejemplo, una motivación extrínseca a una defensa puede ser la recuperación de un balón.
2.- LA MOTIVACIÓN DEL JUGADOR COMIENZA EN EL ENTRENADOR.
Es evidente la importancia que, como entrenadores, tenemos en la motivación del jugador, tanto en la intrínseca como en la extrínseca. Puesto que nos corresponde elegir la tarea a realizar (los jugadores harán o no una actividad gratificante si así lo decide el entrenador), éste se convierte en el determinante de las características de la tarea de aprendizaje. Por otro lado, el entrenador es el mediador de las motivaciones externas a la tarea en sí, al ser el encargado de asociar (o no) premios o castigos a las conductas de los jugadores. Intentaremos dar más adelante pautas concretas para el control de la motivación, pero es importante no dejar pasar la oportunidad de comentar que el paso previo a todo este planteamiento pasa obligatoriamente por la motivación del entrenador, sobre todo la intrínseca a su labor. La motivación del jugador puede en gran medida estar modulada por el técnico, pero la motivación del entrenador debe nacer de él mismo. Los motivos que tenga para desarrollar su labor como educador pueden ser de diferente naturaleza, pero entendemos que entrenar debe suponer en sí una motivación intrínseca, es decir que para todos los entrenadores es gratificante desarrollar entrenamientos y dirigir partidos, con todas las conductas que eso conlleva. Además existen motivaciones extrínsecas a la labor del entrenador; la progresión de los jugadores (a muchos niveles de formación), el reconocimiento de los padres, incluso la remuneración económica que pudiera existir. Es imprescindible que entendamos el papel tan importante que como técnicos asumimos en la formación de los jugadores a los que entrenamos. No se trata de una elección de más o menos implicación en el desarrollo de los entrenamientos y partidos. En el hecho de ser entrenador de baloncesto va implícito el papel de formador de los niños, como jugadores y como personas. Esta responsabilidad compartida con otras figuras educativas en diferentes contextos, tiene que ser asumida por el entrenador, no puede desligarse de su labor.
3.- ESTRATEGIAS METODOLÓGICAS PARA LA MOTIVACIÓN DEL JUGADOR.
La motivación del jugador depende en gran medida de sus características personales. Decirle a un jugador que pone bien la mano que impulsa el balón tras el tiro puede suponer algo gratificante añadido a la tarea propia del lanzamiento, pero no motiva de igual forma a un chico en etapa de iniciación, que a un jugador profesional.
Hacer un “once”, además de útil para perseguir unos objetivos, puede resultar divertido si los jugadores son cadetes (por ejemplo), pero puede resultar un lío si son benjamines. La edad, el nivel de juego, el contexto social al que pertenecen los niños, y otras características propias del jugador determinan en gran parte esa motivación. También la actuación del entrenador es fundamental en la motivación del jugador, si sabe manejar todas esas variables. Para ello, el entrenador debe conocer el material humano con el que trabaja.
3.1.- UNA ADECUADA ELECCIÓN DE OBJETIVOS Y CONTENIDOS DE ENTRENAMIENTO.
Es fundamental que el entrenador determine los objetivos que persigue con la práctica del baloncesto en el grupo que entrena. Sin este paso previo es muy probable que las expectativas del grupo no se vean cumplidas en la práctica, lo que puede suponer una fuente de desmotivación. La elección de objetivos a perseguir con el trabajo debe realizarse atendiendo a todas las características del grupo. En función de ellos, se determinan unos contenidos a trabajar, y se planifican en el tiempo disponible para ello.
- Elección de objetivos adecuados al contexto, la edad y el nivel de juego del grupo.
- Elección de los contenidos de trabajo que se relacionan con esos objetivos.
- Planificación temporal de esos contenidos.
- Confección de las herramientas para la enseñanza-aprendizaje de esos contenidos.
- Análisis de los resultados del proceso de enseñanza-aprendizaje.
- Modificación de la planificación temporal en función de los resultados.
Los posibles contenidos con los que un equipo desarrolle sus entrenamientos y partidos, que se relacionan como ya hemos dicho directamente con los objetivos elegidos en un principio deben partir del entrenador, y para su elección debe tener una actitud de observación del juego de su equipo, que le permita detectar las deficiencias del mismo, para establecer continuamente las estrategias de actuación. Con esto queremos decir que no sólo es posible salirse de los contenidos de siempre (normalmente basados en los fundamentos individuales y colectivos). El entrenador debe entender que aquello que necesite mejorar el grupo es susceptible de ser trabajado con algún ejercicio. Sólo hay que construirlo.
3.2.- CONFECCIÓN DE HERRAMIENTAS ÚTILES PARA LA ENSEÑANZA-APRENDIZAJE.
Los objetivos han determinado unos contenidos, y éstos deben trabajarse en la cancha para alcanzar los primeros. Ese trabajo se lleva a cabo utilizando juegos o ejercicios, que persigan en su desarrollo los contenidos que queremos trabajar. Si atendemos a las características que debe reunir un ejercicio o juego ideal, podríamos señalar muchas. Aquí destacamos:
· Dinámico.
· Divertido en su ejecución.
· En cierta medida cambiante en su desarrollo.
· Tiempos de descanso proporcionados a los tiempos de ejecución.
· Simple en su explicación.
· Transferibles a la reglamentación del juego.
· Transferibles a la técnica, táctica y estrategia del grupo.
· Posibilidad de crecer en variantes.
· Posibilidad de crecer en parámetros físicos.
En un principio, entendemos que el juego es el medio más apropiado para enseñar baloncesto, si la edad del jugador es muy corta. Fundamentalmente se debe a dos razones. La primera, el componente lúdico que tiene el juego en el que el niño se manifiesta y voluntariamente satisface su propia necesidad e identidad que va formando con su experiencia. Lo lógico en un niño pequeño es jugar. Además es lo que le divierte. Pero es importante que en el juego estemos incluyendo progresivamente los elementos técnicos y tácticos más elementales del baloncesto. Podemos jugar, pero no a cualquier juego y de cualquier forma. Algunos ejercicios de baloncesto, para edades más avanzadas pueden servir en su estructura para trabajar muchos de los contenidos seleccionados para la consecución de los objetivos elegidos. Así, es posible trabajar con familias de ejercicios si estamos ante jugadores que, a diferencia de los muy pequeños, ven en la estructura del juego/ejercicio lo de menos, y centran su atención en la consecución de un objetivo de ejercicio.
3.3.- DESARROLLO CORRECTO DE ESAS HERRAMIENTAS EN PISTA.
A veces los entrenadores damos al traste con todo el trabajo de establecimiento de objetivos, planificación y confección previa del entrenamiento al llevar a cabo los ejercicios o juegos que lo integran. En este punto tenemos una de las piezas clave del proceso de enseñanza-aprendizaje del baloncesto. Si nos preguntásemos quién es el buen entrenador aparecerían respuestas del tipo “el que más sabe”, “el que enseña bien lo que sabe”, “el que ayuda al jugador a aprender” etc. Sin duda, coincidimos en que el jugador, por muy malo que sea su entrenador algo mejora. Es una cuestión de perseverancia en horas de entrenamiento. Pero esta concepción es evidentemente pobre. Si hemos hecho una planificación completa hasta llegar al momento práctico del entrenamiento, el entrenador es la figura que debe asegurar el aprendizaje de los jugadores. Los ejercicios son para aprender algo concreto, y si los jugadores no lo aprenden suponen una bella pérdida de tiempo. Si los jugadores que entrenamos no aprenden en una tarde todo cuanto necesitan aprender esa tarde, no estamos haciendo bien nuestro trabajo. Está un poco manida la exposición de “cuándo y cómo corregir”, que si no paramos un entrenamiento para corregir a un solo jugador, que no empleamos tres minutos para corregir, etc. Pero, aunque parece obvio, ¿tenemos claro qué corregir? En esta línea, hace falta que el ejercicio tenga una objetivo, una meta a conseguir conocida por todos, para que la actuación del deportista se encamine hacia ella. Esa meta debe ser perseguida constantemente, y las correcciones deben aludir a la misma, sin que nos centremos demasiado tiempo en otros aspectos en los que esa meta no se fundamenta. En ese conocimiento de esa meta, de eso que el jugador debe aprender a hacer, hace falta una argumentación entendida por él, y esa argumentación debe basarse en un buen conocimiento del deporte por parte del entrenador. Además, esta práctica casi obsesiva del técnico por asegurarse de que los jugadores han aprendido aquello que se pretende, debe estar constantemente sujeta a revisión, porque en el desarrollo de una actividad de enseñanza-aprendizaje subyacen muchos factores internos que escapan a nuestro control. La consecución (o no) de objetivos de ejecución a corto plazo y de metas didácticas determina la modificación o no de las establecidas en siguiente lugar.
Por otra parte, no le basta al técnico con conocer el deporte. Debe conocer al deportista (individual y colectivamente) para saber qué puede pedirle, de manera que el jugador se vea constantemente sometido a un proceso de desequilibrio, se enfrente a tareas que están casi a su alcance, y en el momento de alcanzarlas su entrenador maneje las variables de la práctica deportiva para que el reto sea otro nuevo, igualmente alcanzable a través del esfuerzo. Aquí se abre un campo apasionante que se relaciona con el aprendizaje del jugador, la importancia que tiene la comunicación del entrenador hacia el jugador (y viceversa) y el control de la ansiedad en este aprendizaje.
MIGUEL MARTÍNEZ DEL VALLE / 2006.
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